Durante mucho tiempo se creyó que ninguna composición de Dix había sobrevivido, pero en 1955 se encontraron dos colecciones, y desde entonces siete piezas más han salido a la luz.
Aunque es difícil generalizar contando con tan pocas fuentes, se puede decir que sus piezas, todas en las formas de danza habituales de la época, son en un estilo más exacto, menos ornamentado que las de sus contemporáneos. Las colecciones son melódicamente atractivas y aprovechan bien el laúd, mostrando que Dix merecía su título de ‘el laudista supremo de Praga'.
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